lunes, 8 de junio de 2015

De la ilusión del voto, a  la  decepción de los pactos.
                                      
   “Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros” 
Groucho Marx.

Los días de precampaña y los de campaña electoral son los días de la ilusión, de las ideas, de las propuestas de cambio, de las estrategias; son los tiempos donde la ideología cuenta, los días donde ser de derecha o de izquierda es una definición importante para los electores… Podríamos decir que es como la etapa del enamoramiento de una pareja, es como la fiesta de la democracia.

Pero pasado el día de los escrutinios, el elector, ese votante que con ilusión fue a votar, comienza a vivir la decepcionante experiencia de ver a los partidos y los políticos por los que votó, comportarse como unos parias que viven una especie de vorágine del reparto del poder. Es el tiempo de los pactos, ese tiempo donde los principios ya no cuentan, esa etapa en la cual sólo importa tocar el poder a toda costa. Es, si se quiere, la etapa terrible de la política, porque se descubre que muchas de las frases y slogans de la campaña, no eran más que eso, slogans vacíos que se hicieron para enamorar al elector, a sabiendas que no cumplirían ninguna de las promesas electorales.

Esta fase de los pactos es también la etapa de la amnesia de los dirigentes políticos, esos días donde los insultos, agravios y ataques, se olvidan. Como por arte de magia se les olvida que el adversario político (y en algunos casos el enemigo) ya no es tan “casta”, ya no es tan “populista”, ni tan “independentista”, ya no es tan corrupto y autoritario como parecía, ya no es tan naranjito… y pare usted de contar. Lamentablemente es la etapa de la política cruda y dura, son los días de llegar al poder aunque se decepcione a quien los votó. Total da igual, dentro de cuatro años se nos olvidará que nos engañaron y los volveremos a votar.

Es verdad que el sistema electoral está montado así, que si se quiere es legal, que no deja de ser democracia a la española, pero es innegable que el sistema es imperfecto y que poco a poco va decepcionando cada vez a más gente.

Un principio básico de la democracia es que aquel que más votos saque, sea el que gobierne.  Así lo ha entendido la humanidad desde los primeros tiempos como fórmula para convivir en paz y en sociedad. También es verdad que para evitar los excesos del poder, la sociedad ha buscado métodos para repartir de manera ecuánime el mismo, de ahí el método D´Hondt, o escrutinio proporcional plurinominal, aunque lamentablemente, ese espíritu de la ley sea continuamente violado.

Los pactos en sí mismos no son malos, de hecho son un ejercicio democrático para lograr la estabilidad de la gobernabilidad; pero los pactos para que sean legítimos deberían ser previos a las votaciones, el elector debería saber qué harán con su voto en el caso de ganar.

Estoy seguro que este sentimiento de engaño, decepción y frustración lo está padeciendo mucha gente en estos días, causando gran incertidumbre en toda la población. A los partidos no se les dio un cheque en blanco para que jugaran con el voto a su libre entender, se supone que el voto estaba apoyando un programa, una ideología, que estaba respaldando a la democracia.

Ver ahora cómo la mayoría de los políticos se rebajan y cómo se reúnen para hacer pactos que pondrían en peligro a la misma democracia con tal de llegar a gobernar,  más que una decepción, es un verdadero cabreo que no debemos olvidar para futuros comicios. 

Nos esperan las elecciones generales de noviembre, a ver si nos dejamos engañar otra vez…

Eduardo Guerra B

Analista político y representante en España de la empresa, Estudios y Organización Eugenio Escuela. 


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