lunes, 23 de febrero de 2015

PODEMOS y CIUDADANOS
¿Los revulsivos para desbancar al bipartidismo en España?

“Nuestro ánimo se inclina a confiar en aquellos a quienes no conocemos por esta razón: porque todavía no nos ha traicionado”.
Samuel Johnson.

Me preguntaba hace unos días un buen amigo, si no me parecía raro que con la que está cayendo en la política española, sigan apareciendo nuevas organizaciones políticas, y al parecer algunas de ellas con bastantes posibilidades de figurar.
Le contesté que no, que esto era propio de la democracia cuando las marcas hegemónicas van perdiendo fuerzas y se desgastan en el ejercicio del poder. El electorado deja de confiar en sus marcas de toda la vida, y se aventura a buscar un cambio a pesar de los riesgos.

Ése podría ser el escenario que viviremos este año 2015 con la variedad de contiendas electorales que se avecinan. Toca admitir que aunque crezcan las opciones de siglas políticas, bajo el punto de vista de los bloques ideológicos (derecha e izquierda), sí creo que éstos se mantendrán en equilibrio.

Es indudable que PODEMOS es el partido revelación, que ha crecido con mucha fuerza en el bloque de izquierda, y sobre todo crece a expensas del PSOE. Mientras más crece PODEMOS, más decrece el PSOE. Completando el cuadro del ámbito de izquierdas, me atrevería a asegurar que, Izquierda Unida, ya fue fagocitada. Vale recordar la sentencia del Coordinador Federal de IU, Don Cayo Lara, cuando dijo  “PODEMOS necesita los votos del electorado del PSOE y la estructura de Izquierda Unida”.  Si nos ponemos a sumar los votos que le dan los sondeos a PODEMOS y al PSOE, podríamos decir que resulta la misma cantidad de votos conseguidos por Felipe González en sus mejores tiempos, de tal manera que los bloques se mantienen en cifras similares al año 1982, que la relación entre bloques es casi la misma, sólo que con más partidos.

Por otro lado, es un hecho cierto que en todas las encuestas está apareciendo de forma significativa el partido Ciudadanos, de Albert Rivera. Joven líder catalán, que desde el año 2005 ha ido subiendo poco a poco en el gusto del electorado catalán, y que ahora se prepara para subir al ámbito nacional, incluso en las próximas elecciones andaluzas.
Todo hace pensar que el electorado que se ubica en el bloque de derechas, posiblemente se estará preguntando, que así como el votante de izquierda tiene ahora otra marca por quién votar,  ellos también estarían dispuestos a probar con otras siglas de centro derecha. De ser así, los votantes de centro derecha pueden aspirar conseguir una alternativa que se califique como un competidor creíble frente al PP.

Esta situación viene a complicar un poco más el escenario electoral, porque por primera vez, Mariano Rajoy, se enfrentará  a un competidor serio que les está hablando a los  votantes españoles que quieren políticas de mercado. Para muestra un botón, Albert Rivera presentó con mucho éxito, hace unos días, su programa económico de manos del profesor de la London School of Economics, Don Luis Garicano. 
Según sondeos recientes de la firma Metroscopia, el  22% de las personas que votaron por el PP en las últimas elecciones de 2011, podrían apoyar esta vez a Ciudadanos.

Si todo esto es cierto, entonces parafraseando a Cayo Lara, tendríamos que decir que Ciudadanos, necesita los votos del PP y posiblemente la estructura de UPyD.

En este panorama nos preguntamos ¿Es el éxito de PODEMOS, que por emulación,  está impulsando hacia arriba a Ciudadanos? ¿Se fracturarán los bloques ideológicos? ¿Se romperá la hegemonía de los dos grandes partidos con la irrupción de PODEMOS y Ciudadanos? ¿Qué le queda a Izquierda Unida y a UPyD? ¿Les robarán votos estos nuevos partidos a los partidos nacionalistas?

Son muchas las incógnitas… amanecerá y veremos, la pelea es pelando y faltan sólo unos meses…

Eduardo Guerra B.

Analista Político y representante en España de la empresa Estudios y Organización Eugenio Escuela.

lunes, 16 de febrero de 2015

¿Mentir para ganar las elecciones? Parte II 
                                                                                                                                                                                                                      Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga. Denis Diderot

En el artículo anterior tratamos de descubrir la naturaleza de la mentira en política, de su razón; con la idea de evaluar si ésta tiene valor estratégico en las campañas electorales, por lo que en este artículo seguiremos intentándolo, dado lo complejo que es este concepto.

En el Diccionario de la Real Academia Española, la definición de mentira dice así:
1.     f. Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa.
2.     f. La que se dice con el fin de servir o agradar a alguien
3.      loc. verb. Fingir que se sabe algo, para hacer que lo manifieste otra persona que tiene noticia de ello.

Mentir, engañar, ocultar, omitir, esconder, falsear, prometer lo imposible, adornar, maquillar cifras, etcétera, etcétera, son recursos que han usado y seguirán usando muchos políticos, mandatarios y gobernantes, en su carrera para llegar al poder; y estas mismas mañas las seguirán usando para tratar de permanecer en el poder una vez llegan.

Está claro que un candidato no debe, ni puede mentir, pero el debate va más allá de este principio moral, o de la norma social. El meollo del asunto, el propio debate, está en la realidad y la falsedad que se está tratando en la campaña. Porque, si se dicen verdades en la campaña, y esas verdades son duras y poco agradables, se pueden perder las elecciones, y por eso hay que adornarlas.

Pero lo más importante no es lo que se dice, sino quién lo dice, cuál es la talla, el talante y el carisma del candidato, en definitiva, si es un líder de verdad. Sólo un líder fuerte puede decir verdades y no perder por haberlo hecho. Son casos excepcionales, líderes que tienen tal poder de convicción y una credibilidad tal, que aun haciendo un excesivo uso de la sinceridad y de la verdad, salen ilesos después de decir esa verdades que duelen. La confiabilidad del candidato es vital, y si la gente cree que éste siempre dice la verdad, siempre será difícil de derrotar.
Debemos prepararnos para el torneo de mentiras y falsas promesas que nos dirán este año 2015, año con muchas elecciones.

La cuestión está en cómo saber quién nos miente, o al menos, quién nos miente más, ya que casi toca admitir que escogeremos entre el menos malo de los candidatos que se presenten. Quizás habría que acuñar una frase como ésta: Más vale mentiroso conocido, que mentiroso por conocer…
Pedro Sánchez, el Secretario General del PSOE y posible candidato a la presidencia del Gobierno de España, decía hace unos días acerca de Pablo Iglesias, “Miente más que habla”, y es que es tanto lo que ofrece y miente el líder de PODEMOS, que ya no se acuerda lo que dice.
Y si Pablo Iglesias, es capaz de decir hoy que es un radical de izquierda, y al cabo de unas semanas se desdice y ahora, milagrosamente, ya no es de izquierda, sino que es un social demócrata de centro izquierda, es imposible que Sánchez se quede callado, en vista que la gente de PODEMOS quiere ocupar su lugar.

Así, como en un torneo, los veremos acusarse de mentir unos a otros, todos contra todos, de todos los partidos políticos, salvo contadas excepciones.

Es triste pensar que el ciudadano, el elector, si se deja engañar, puede terminar por escoger al que mienta mejor, al que diga las mentiras más complacientes, y de eso PODEMOS estar seguros, que mienten…

Finalmente debemos advertir que no todos los políticos mienten, que hay excepciones que confirman la regla, y que en muchas ocasiones pagan justos por pecadores. La democracia no es perfecta, pero sí es perfectible, de tal manera que por culpa de los mitómanos de oficio, no dejemos de creer en la política y en la democracia como la mejor manera de vivir en sociedad.

Eduardo Guerra B
Analista político y representante en España de la empresa Estudios y Organización Eugenio Escuela.


  

lunes, 9 de febrero de 2015

¿Mentir para ganar las elecciones? Parte I


“Es posible engañar a unos pocos todo el tiempo. Es posible engañar a todos un tiempo. Pero no es posible engañar a todos todo el tiempo”. 
Abraham Lincoln (1809-1865)

La mentira es tan vieja como la humanidad misma, y la mentira política es tan vieja como la política misma…

Sobre la mentira han escrito filósofos, historiadores y políticos a lo largo de la historia, y aunque parezca mentira… ésta ha sido rechazada por la sociedad, que apoyada en principios y valores religiosos, ideológicos y sociales, la ha tenido a raya, censurada y perseguida, y aun así, la mentira, precisamente la mentira con motivos políticos sigue siendo nuestro pan de cada día.

Nicolás Maquiavelo (1469 – 1527), en su obra “El Príncipe” sugería a los gobernantes que no sólo se comportaran como leones fieros, sino también como zorros astutos, aprendiendo en todo momento a disimular y mentir, pues, decía, “Los hombres son tan simples y de tal manera  obedecen a las necesidades del presente, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”.

Mentir en todo caso es considerado un grave pecado en el ámbito religioso, y como una conducta irracional y de baja estatura en lo filosófico y moral, pero pareciera que en política, a pesar de ser también reprochable, dependiendo del motivo o el fin, mentir es casi que necesario, según sea el caso. 

El escritor irlandés, Jonathan Swift (1667 - 1745) en su libro, El Arte de la mentira política, decía “Un político que se precie de tal debe manejar principalmente la Pseudología o la mentira política; el arte de hacer creer al pueblo falsedades que persiguen un buen fin, pues está persuadido que para convencer al pueblo de aquello que llaman verdad, más que arte y maña, se necesitaría en ese caso verdadero tesón y trabajo”.

Y es que en pleno Siglo XXI, se imaginan que en un país donde se practique la democracia,  un político pueda ganar las elecciones ofreciéndole a la gente que tendrán que trabajar muy duro, que tendrán que sufrir muchas necesidades y sacrificarse por el bien de las generaciones del futuro, y que ese político honesto, tenga que competir con un adversario demagogo y populista, que ofrece villas y castillas, sin pedirle a la gente a cambio ningún esfuerzo. 

¿Quién tiene más posibilidad de ganar? ¿A cuál de los dos políticos la gran masa de gente quiere escuchar?

Las respuestas son relativas, pero seguramente la gran masa tendrá tendencia a querer seguir al que ofrece las prebendas, aunque sean más mentiras que otra cosa, y mientras más utópicas mejor.
Durante las campañas electorales, posiblemente sea el período en el que más mentiras se dicen, y junto con las mentiras piadosas, surgen las calumnias, las exageraciones, las ofertas utópicas, y pare usted de contar.

Cualquier asesor o consultor político serio, siempre le recomendará a su candidato que no mienta, que en muchos casos es preferible quedarse callado, o en un extremo, sugerirá que evada el tema, pero rara vez le aconsejará mentir. Y la razón es simple, una vez que la mentira se descubre, y tarde o temprano, siempre se descubre, lo que genera en el electorado es desconfianza, así se mina la credibilidad del político, y sin ésta, la personalidad y nombre de ese político está arruinada. 

Demás está decir que el que miente, se ve forzado a seguir mintiendo para no ser descubierto, y de esta manera caerá en un bucle sin fin del cual no se puede salir, al menos sin consecuencias.

Quizás la tentación de mentir en política sea consustancial con la naturaleza humana, la del candidato y su partido, y la del electorado, pero ganar mintiendo no tiene mérito, no es decente, es una falsedad que al final se paga con la deshonra.

Eduardo Guerra B
Analista político y representante en España de la empresa Estudios y Organización Eugenio Escuela.



martes, 3 de febrero de 2015

¿El candidato con carisma, nace o se hace?

“El fundamento del liderazgo no es el carisma personal, sino el carácter. El carisma no tiene nada que ver con lo que hace que el líder sea eficaz. El liderazgo no tiene que ver con la posesión de una personalidad encantadora y llamativa, una gran sonrisa o una voz de terciopelo. Lo que sí se necesita es carácter y credibilidad. El liderazgo es influencia, y sin credibilidad, su influencia no irá muy lejos.”                                                                                                                                   Rick Warren

En tiempos electorales, cuando los candidatos son los principales protagonistas de las campañas, para los estrategas, publicistas y planificadores es muy importante determinar si su candidato tiene carisma o no. Porque dependiendo de este factor, la orientación del trabajo para construir la imagen del candidato puede llegar a ser diametralmente opuesta.

Entendiendo que existen varios tipos de personajes carismáticos que provienen de distintos ámbitos, podríamos decir que los que provienen del mundo religioso, militar y político suelen ser los que más logran trascender con sus mensajes y decisiones en las grandes masas. En el pasado estos personajes, asumiendo el liderazgo de sus comunidades, regiones o países, y apoyándose en su carisma, se daban a conocer en el contacto cara a cara con su público, en procesiones, batallas, caminatas y mítines.

En el Siglo XX con la aparición de la radio, el cine y la televisión, los alcances, proyecciones y difusión del mensaje de estos líderes, se multiplicó por miles. Hoy por hoy en pleno Siglo XXI, con la aparición de Internet y de las redes sociales, el mensaje, la imagen y la personalidad de éstos se sigue multiplicando y sobre todo a una gran velocidad.

Pero concentrándonos en los líderes políticos, convertidos en candidatos, nos toca analizar si para ser un buen candidato se necesita tener carisma o no. Y la conclusión es que sí, admitiendo que hay mandatarios que no tiene ni una pizca de carisma y aún así llegaron al poder.

Es indudable que si una persona es locuaz, simpática, gregaria, extrovertida, persuasiva, alegre, motivadora, y encima guapa, alta y de buen porte y voz agradable, ya tiene más de la mitad de la batalla ganada, pero resulta que no es fácil reunir todas estas características y adicionalmente tener formación universitaria, y por encima de todo, ser notablemente inteligente.

Siendo así, la pregunta es: ¿Si el candidato no es carismático, se le puede formar para que lo sea?  Y la respuesta es que sí.

Posiblemente alguien que padece de anti-carisma, costará mucho hacerlo cambiar, pero teniendo algunos de los elementos necesarios para liderar, con un buen asesor o estratega electoral, seguramente podrá ir creciendo y mejorando poco a poco, hasta convertirse en un personaje con carisma, capaz de transformarse en un líder poderoso.

De la España contemporánea podríamos citar a varios políticos carismáticos que han dejado huella para la historia, como es el caso del Rey Juan Carlos,  Adolfo Suárez, Felipe González, y posiblemente Santiago Carrillo, José María Aznar y Jordi Pujol.

En la actualidad española, creo que es un tanto difícil identificar otros líderes carismáticos, y seguramente será porque están plena formación.

En el mundo han existido y existen grandes líderes carismáticos, de derecha y de izquierda, dictadores y demócratas, populistas y demagogos, intelectuales y empíricos,  teóricos y pragmáticos, honestos y  deshonestos, de todo lo que se produce en nuestra sociedad. Por nombrar algunos, Hitler, Mussolini, De Gaulle, Fidel Castro, Gandhi, Mandela, Perón, Hugo Chávez, Margaret Thatcher, Kennedy, Clinton, Obama, etcétera, etcétera.

Habría que preguntarse si un personaje como Pablo Iglesias, es un líder con carisma, porque de momento se proyecta como la antítesis del político tradicional en todos los sentidos. ¿Si llegara a ser Presidente del Gobierno, se quitará la coleta?

Finalmente toca advertir que a pesar de que vivimos en un sistema democrático, no estamos fuera de peligro de manifestaciones populistas y demagogas, de izquierda o de derecha, neofascistas de grupos extremistas que utilizan formas de carisma antidemocrático. Los jóvenes son muy susceptibles a los efluvios carismáticos, y la gente que la está pasando mal, también.

Así, para concluir, diremos que aunque el candidato tenga mucho carisma, no por eso se garantiza que será un buen mandatario, un gran líder.

Eduardo Guerra B.
Analista Político, y representante en España de la empresa Estudios y Organización Eugenio Escuela.

Twitter: @eduardoguerrab 

Eduardo Guerra B