lunes, 6 de abril de 2015

El Merchandising político, o cómo  transmitir una idea-mensaje a través de un objeto.

“La publicidad mueve a la gente hacia las cosas, los productos de merchandising mueven las cosas hacia la gente.”
Morris Hite.


El uso del merchandising (gorras, banderas, chapas, pines, globos, bolígrafos, abanicos, camisetas, muñecos, llaveros, caramelos, mecheros, etc.) en las campañas electorales no es nuevo, pero sí exige un grado de originalidad en su uso. Comunicar una idea o mensaje a través de un artículo de merchandising, y lograr traspasar a los electores valores y conceptos, es el reto para todo jefe de campaña electoral.

Esta técnica de comunicación pretende generar relaciones de empatía y sentimientos positivos del candidato y su partido, al elector por conquistar; y podríamos decir que está enmarcada en esa etapa emocional de la campaña (casi siempre a mitad y al final de la misma), sobre todo dirigida al gran público. La idea es que el mensaje y la imagen del candidato permanezcan en la memoria del votante, para que haga suyo los colores, símbolos y hasta los sonidos, manteniendo esa sensación de sintonía y proximidad.

En este escenario de rivalidad política de las elecciones del 2015 en España, seguramente veremos el uso del merchandising clásico, y una muestra avanzada, es la reciente propuesta de los responsables de la campaña de Cristina Cifuentes, del PP de Madrid, que encargó a China unos llaveros a imagen y semejanza de su líder, con la idea de repartirlos entre los madrileños.



La pequeña Cristina de larga coleta, vestida de blanco y azul, tipo  Play Mobil, entrará a formar parte de la galería de políticos que se han atrevido a vender su imagen tridimensional, y que conjuntamente regalarán con 50.000 coleteros azules, arrebatándole la coleta a Pablo Iglesias de PODEMOS.
En Estados Unidos, tan dados a innovar en política han explotado una diversidad de productos de merchandising, lo que en España se conoce como reclamo publicitario, pero sin duda alguna los norteamericanos siempre se han atrevido a más. Vale recordar en la campaña de 2008, que Hillary Clinton y Barack Obama protagonizaron una contienda con sus propios muñecos maniquí, los que vendían a 55 $USA, con un asombroso parecido físico, que tenían sus voces pregrabadas y sus trajes de quita y pon.


A ese evento se sumó el provocador rompenueces de Hillary Clinton,  que partía nueces entre sus muslos y que arrasó como fetiche en esas navidades.



Entre otros casos conocidos está el del ex primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, de quien se hizo un peluche, que representaba a un león con su mismo rostro y ojos rasgados; y de Venezuela,  podemos recordar el pito, tipo amolador de cuchillos, de Luis Piñerúa Ordaz en la campaña de 1978, que al soplarlo reproducía la melodía del jingle de la campaña que recordaba su nombre. Por supuesto el grotesco muñeco de Hugo Chávez, el Chavecito, un musculoso muñeco vestido de militar, con gorra roja calada y que gritaba consignas como él, y que no se callaba hasta que se desconectaba…



Podríamos citar otros casos, no todos con repercusión exitosa, pero finalmente preferimos, dada la escasez de finanzas y al control de gastos que ejercen las autoridades españolas en las campañas, (Ley Orgánica 5/1985 del Régimen Electoral General) recomendarles a los responsables de los comandos de campañas, dos consejos para que eviten malgastar el dinero y a no caer en el mal gusto:

a)     Que el producto-merchandising  tenga doble funcionalidad, es decir visibilidad tanto para las siglas del partido como para el candidato, y que también sea útil para el votante, evitando así que éste termine en el cesto de la basura.

b)     Que sea lo más original posible, ésta es la clave, la verdaderamente importante para llamar la atención del votante, con la idea que éste asuma el mensaje y la imagen del candidato.

Eduardo Guerra B.
Analista político y representante en España de la empresa Estudios y Organización Eugenio Escuela.
Twitter: @eduardoguerrab





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