lunes, 9 de febrero de 2015

¿Mentir para ganar las elecciones? Parte I


“Es posible engañar a unos pocos todo el tiempo. Es posible engañar a todos un tiempo. Pero no es posible engañar a todos todo el tiempo”. 
Abraham Lincoln (1809-1865)

La mentira es tan vieja como la humanidad misma, y la mentira política es tan vieja como la política misma…

Sobre la mentira han escrito filósofos, historiadores y políticos a lo largo de la historia, y aunque parezca mentira… ésta ha sido rechazada por la sociedad, que apoyada en principios y valores religiosos, ideológicos y sociales, la ha tenido a raya, censurada y perseguida, y aun así, la mentira, precisamente la mentira con motivos políticos sigue siendo nuestro pan de cada día.

Nicolás Maquiavelo (1469 – 1527), en su obra “El Príncipe” sugería a los gobernantes que no sólo se comportaran como leones fieros, sino también como zorros astutos, aprendiendo en todo momento a disimular y mentir, pues, decía, “Los hombres son tan simples y de tal manera  obedecen a las necesidades del presente, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”.

Mentir en todo caso es considerado un grave pecado en el ámbito religioso, y como una conducta irracional y de baja estatura en lo filosófico y moral, pero pareciera que en política, a pesar de ser también reprochable, dependiendo del motivo o el fin, mentir es casi que necesario, según sea el caso. 

El escritor irlandés, Jonathan Swift (1667 - 1745) en su libro, El Arte de la mentira política, decía “Un político que se precie de tal debe manejar principalmente la Pseudología o la mentira política; el arte de hacer creer al pueblo falsedades que persiguen un buen fin, pues está persuadido que para convencer al pueblo de aquello que llaman verdad, más que arte y maña, se necesitaría en ese caso verdadero tesón y trabajo”.

Y es que en pleno Siglo XXI, se imaginan que en un país donde se practique la democracia,  un político pueda ganar las elecciones ofreciéndole a la gente que tendrán que trabajar muy duro, que tendrán que sufrir muchas necesidades y sacrificarse por el bien de las generaciones del futuro, y que ese político honesto, tenga que competir con un adversario demagogo y populista, que ofrece villas y castillas, sin pedirle a la gente a cambio ningún esfuerzo. 

¿Quién tiene más posibilidad de ganar? ¿A cuál de los dos políticos la gran masa de gente quiere escuchar?

Las respuestas son relativas, pero seguramente la gran masa tendrá tendencia a querer seguir al que ofrece las prebendas, aunque sean más mentiras que otra cosa, y mientras más utópicas mejor.
Durante las campañas electorales, posiblemente sea el período en el que más mentiras se dicen, y junto con las mentiras piadosas, surgen las calumnias, las exageraciones, las ofertas utópicas, y pare usted de contar.

Cualquier asesor o consultor político serio, siempre le recomendará a su candidato que no mienta, que en muchos casos es preferible quedarse callado, o en un extremo, sugerirá que evada el tema, pero rara vez le aconsejará mentir. Y la razón es simple, una vez que la mentira se descubre, y tarde o temprano, siempre se descubre, lo que genera en el electorado es desconfianza, así se mina la credibilidad del político, y sin ésta, la personalidad y nombre de ese político está arruinada. 

Demás está decir que el que miente, se ve forzado a seguir mintiendo para no ser descubierto, y de esta manera caerá en un bucle sin fin del cual no se puede salir, al menos sin consecuencias.

Quizás la tentación de mentir en política sea consustancial con la naturaleza humana, la del candidato y su partido, y la del electorado, pero ganar mintiendo no tiene mérito, no es decente, es una falsedad que al final se paga con la deshonra.

Eduardo Guerra B
Analista político y representante en España de la empresa Estudios y Organización Eugenio Escuela.



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